Paseo de Gracia, camino de una reunión paso por delante de uno de esos escaparates en los que todo está tan ordenado que roza lo patológico. Unas pilas de jerseys impecablemente  apilados absorven entre todos la práctica totalidad de los colores del arcoiris. Las pilas de camisas, que se intercalan con las de jerseys, inducen en mí una serenidad ajena al bullicio del tráfico a mis espaldas, serenidad asociada a la certeza de que cada cosa está exáctamente donde debe estar. Como esas chocolaterias de Paseo de Gracia con bandejas de chocolates cubiertas de tiras de bombones en perfecta alineación, que dan una seguridad tranquilizadora similar. Las camisas están perfectamente dobladas, todas y cada una de ellas, exactamente igual que la anterior e idénticamente a la siguiente, giradas entre si en ángulos perfectamente calculados. Si sometiésemos el escaparate al análisis pormenorizado de un matemático, nos surgirían razones áureas por todos los lados. Los zapatos dan el toque de brillo al escaparate, reflejan los primeros rayos del sol del día, igual que reflejarán la opulencia de quien se los ponga, ¿Quién no se va a sentir seguro de si mismo con esos zapatos?

En la tienda entra como hipnotizado un joven  ejecutivo, de esos que a sus treinta y pocos años desea seguir siendo quien es por el resto de su vida. Ha logrado empezar a manejarse con media docena de ideas sobre la vida, las personas y las organizaciones, que le funcionan. Consigue éxitos y eso le gusta porque es lo que busca y cuanto más rápido mejor. Ha promocionado en varios años consecutivos, se siente seguro de si mismo y su nómina le permite entrar en la colorida tienda sin tenerse que preocupar por las etiquetas. Se imagina embutido en una de esas camisas y se siente bien luciéndola. No lo sabe pero lo que realmente siente es una cierta sensación de seguridad, aunque él nunca usaría estas palabras.

En esta tiende venden lo que llamo la vestimenta del éxito. En ella la ropa  es como un barniz, que una vez aplicado  ayuda a fijar los colores originales de la pintura. Te lo pones y te trasformas, mejor dicho, dejas de transformarte. Hasta justo antes de entrar en la tienda  aprendías, a partir de entonces pasas a ser lo mismo el resto de tu vida, protegido detrás de varias capas de ropa de marca. Así fijamos nuestras ideas, congelamos nuestros ser, que ya no es un devenir, a golpe de VISA. Te compras las estilosas camisas y los deslumbrantes zapatos y justo cuando firmas el recibo de la VISA empiezas a reafirmarte en ser quien eres. Como cuando escalas, te agarras con las dos manos al muro rocoso mientras asientas tus pies firmemente  en dos salientes y ya puedes respirar tranquilo. Con tanto agarre no correrás el riesgo de caerte por el precipicio.

Pasarán los años y el entorno cambiará, las 4 ideas que le han servido para triunfar al joven que entró en la tienda empezarán a ser cuestionables. A pesar de vestir diferente y no ser tan joven, vestirá la ropa de moda. Ya no se llevarán los colores pastel, se llevarán los rombos, pero en el fondo será la misma ropa, la que se tiene que llevar cuando lo que buscas es sentirte en la cúspide de la pirámide. Se seguirá sintiendo parte de los triunfadores, de las personas de éxito. Todos juntos en la enorme pared agarrados a los salientes, ajenos al precipicio y mirándose los unos a los otros, todos uniformados, seguros y confiados de que no pueden estar equivocados, de que sus 4 ideas son eternas.

Ese agarrarse a lo que uno es se manifiesta de multiples maneras. Lógicamente, si no puedes cambiar es porque eres superior a los demás.

  • Deberás comportarte con prepotencia, lo demás es mostrar tus debilidades, mirar al abismo o quitarte el jersey de colores, según se mire.
  • No deberás escuchar a los demás, o al menos no lo suficiente como para modificar tu forma de pensar. A fin de cuentas las 4 ideas mostraron ser exitosas en el pasado. ¡No cambies!, eso sería directamente saltar al abismo o quitarse el disfraz que nos protege.
  • No pruebes cosas nuevas, eso es arriesgado, podrías comprometer tu integridad.

Ningún intelectual tendrá nunca miedo de perder lo que ha adquirido; está ahí, en sus neuronas, nadie se lo puede quitar, pero cuando lo que has buscado es el éxito material, definido de las mil maneras en que puede definirse, no hay forma de garantizar que siga estando ahí en unos meses. La única forma de consolidar mínimamente el éxito es en forma de bienes materiales, lo hacen tangible. Pasamos de correr el riesgo de perder el éxito, que es algo muy fugaz a acumular riesgo de perder nuestras pertenencias materiales, que es más tangible y supuestamente controlable.

"En esta sociedad el materialismo nos encumbra y el materialismo nos hunde, que contradicción"

Es fácil caer en la tentación de lo material, tan difícil como evitar el canto de las sirenas. ¿Qué hacéis vosotros para evitarlo?

AUTOR: Fernando Gastón Guirao

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