Siempre se dice que el éxito depende de dos factores: la idea y el momento de su concepción. Que Bill Gates y Steve Jobs nacieran en el mismo año y que sus empresas, Microsoft y Apple respectivamente, viesen la luz con tan solo unos meses de diferencia, no es casualidad. Nacieron en el momento adecuado para tener la edad correcta en el momento en que sus ideas encontrasen el caldo de cultivo perfecto para tirar adelante con éxito.
Si te adelantas demasiado en el momento decisivo has consumido tus energías y recursos, llegas desfondado y fracasas. Lo otro que te puede pasar si te adelantas es que tu idea no saque el máximo provecho de la tecnología disponible y que tan solo sirva para inspirar a los demás, que sirva a tus depredadores para ir un paso más allá que tú, con ideas más elaboradas, que sacan mayor provecho del conocimiento disponible en ese momento y que, por tanto, tienen mayores probabilidades de éxito. Crecerán como los hongos sobre los restos de tu empresa que ha acumulado algunos nutrientes en esos años de anticipación suicida.
Cuando la tecnología no está madura los competidores proliferan pero ninguno llega a hacerse un hueco en el mercado. Los líderes de categoría se suceden hasta que llega el definitivo, el que hace un planteamiento con uno o dos matices que le diferencian y le convierten en la baza ganadora. Lotus 123 se adelantó 4 años al Excel, pero cuando Excel llegó con la “suite” completa del office fue barrido. Hasta ese momento los dominantes habían sido Lotus y Wordperfect (1979) de los que ya nadie se acuerda. Curiosamente, ambos llegaron 4 años antes que sus equivalentes.
Si tardas demasiado acabas siendo un follower que crece sin fuerzas y los recursos necesarios para seguir en la cresta de la ola los han consumido otros que han empezado a capitalizar el retorno de sus inversiones y que, financieramente, se te van a poder merendar cuando quieran. Tú estás todavía lloriqueando detrás de los fondos de inversión para que te den algo, cuando en realidad eras un zombie desde que naciste y ahora te resistes a desaparecer.
Si eres español las cosas son más difíciles todavía. Para cuando tú has conseguido sentarte con un fondo de inversión, en USA alguien ha concebido algo parecido en un mercado 10 veces mayor, ha encontrado fondos interesados en invertir millonadas y te están adelantando por encima, por debajo, por un lado y por el otro. Al gran mercado global vas a llegar tarde seguro. Si logras hacer algo relevante en el mercado español a lo máximo a lo que podrás aspirar es a ser absorbido por un Yankee.
¿Y si te adelantas mucho a los americanos? También lo tienes mal. Ese rollo americano de “somos los mejores” y “vamos a triunfar” y “miremos al futuro y adaptémonos a él”, aquí no existe. Aquí los que toman las decisiones son masivamente followers profesionales, no se adaptan al futuro e intentan comerle terreno al pasado. Es difícil encontrar a gente cuya mayor aspiración no se limite a imitar a alguien de éxito.
Vivimos todavía con la mentalidad del Plan Marshall. Nadie está mirando a 10 años vista para descubrir que tu idea brillante encaja con una visión de futuro, aquí estamos pendientes de lo que dice el otro, el cuñado en la campaña de Navidad o el directivo de la multinacional de consultoría que jamás ha inventado nada. Un inversor te va a exigir “que hayas traccionado”. ¿Qué quiere decir eso?, básicamente, que OTRO haya decidido apostar por tu idea. Pero si casi todo el mundo piensa así… ¿Cómo vamos a tener unicornios? Pues por eso… no los tenemos, a lo sumo “baby unicornios” de éxito local.