Tras definir una estrategia a seguir comenzaremos un camino de acciones relacionadas que nos ayudarán a conseguir la meta marcada, pero ¿dónde estamos?¿Cuánto queda?¿Ha surgido algún error? Un buen sistema de benchmark continuo nos dará esa información.
Hace unos años, cuando me planteé realizar una carrera de montaña de 170 km, me parecía una cosa completamente inasumible; una cosa sólo al alcance de unos pocos superdotados, de unos tipos completamente dedicados en cuerpo y alma a esta misión. Inicialmente te propones poder realizar la UTMB, pero a medida que profundizas en los que significa este reto uno se da cuenta que se trata de un objetivo excesivamente genérico. Te ves en la necesidad de concretar esta meta y definir más en detalle lo que persigues y lo que pretendes conseguir. En el lenguaje de lo que algunos gurús llamarían management, hace falta definir, concretar esta meta en un objetivo específico, medible y asumible en un plazo determinado. Se convierte así en un objetivo estratégico y necesitas definir el camino que necesitarás seguir para poder llegar a él, es decir, acabas definiendo una estrategia.
Ahora ya solo hacía falta entender qué hacían los mejores para poder aprender alguna cosa de ellos, aplicarlo a mi rutina y empezar a mejorar mi nivel de rendimiento, eficiencia y resistencia. Con ello debería ser capaz de definir un plan de entrenamiento y alimentación muy concreto y definido, adaptado a mis necesidades, que me permitiera evolucionar y conseguir el resultado esperado. Pero para poder asegurar el éxito final, sería necesario crear y poner en marcha mi propio sistema de control y seguimiento, con objetivos parciales que me permitieran, en pequeños pasos, subir escalón a escalón mi rendimiento. Y necesitaba poder medir esta evolución con indicadores muy específicos a cada fase, para poder tomar decisiones, modificar el plan inicial y actuar en función de lo que fuera consiguiendo. Y esto, al final, me permitiría conseguir mi objetivo.
Este pequeño ejemplo cotidiano, del día a día, no dista mucho, seguramente nada, de la gestión que una compañía necesita para poder conseguir sus objetivos de excelencia operativa.
Mediante la definición e implantación de un sistema de benchmark continuo, una organización podrá diagnosticar aquellos puntos en los que sus niveles de excelencia son susceptibles de ser incrementados de manera sustancial y poder evaluar aquellas palancas de actuación que le permitirán obtener resultados concretos y medibles a corto plazo. De la misma manera que en una carrera estableces los puntos de comparación y seguimiento con los principales referentes que sabes que te permitirán evaluar tu estado y el nivel de tus resultados parciales, en la gestión de la excelencia operativa el benchmark continuo con aquellos elementos de referencia será clave para poder evaluar cómo de lejos podemos estar del objetivo definido y cómo de eficiente está siendo una organización en ese camino hacia la excelencia.
Pero no sólo con este sistema de benchmark será suficiente: es necesario que la organización tenga visibilidad, sea consciente del camino recorrido y el que queda por recorrer, que pueda tomar decisiones (esto a priori parece lógico, sencillo y rápido… pero es mucho más complejo de lo que parece) y pueda gestionar la carrera de fondo, que es este proceso de mejora. La gestión de las fuerzas y la energía es clave para llegar con garantías al éxito final, y esto sólo se puede gestionar con un sistema que permita, de manera continua, tener la visión detallada que cada uno de los niveles requiere para poder actuar.
Al final, lo que acabamos haciendo el fin de semana no es tan distinto de lo que nuestro día a día en las organizaciones, estemos donde estemos, nos exige.