Industria 4.0 y responsabilidad social son dos conceptos que inevitablemente, y por suerte cada vez más, están íntimamente relacionados.

Desde Improva, junto con varios partners en tecnologías de industria 4.0 y el Clúster de Automoción de Catalunya (CIAC) hemos desarrollado la visión de cómo será la fábrica del futuro en un grupo de empresas de este sector. ¿El resultado? Un libro blanco publicado por el Clúster a disposición de sus asociados.

Cuando se habla de Industria 4.0 todo el mundo piensa en las soluciones de automatización y digitalización que están generando un boom tecnológico pero, en esta reflexión, no hemos querido obviar la responsabilidad que cualquier empresa juega con la sociedad.

Actualmente, ya no podemos imaginar una fábrica del futuro sin tener en cuenta el criterio de responsabilidad social, que debería aplicar tanto a la fábrica como a sus productos, procesos productivos y economía en general. La responsabilidad social, entendida como responsabilidad y compromiso con la sociedad, contempla muchos aspectos como las facetas que afectan a las personas y las que afectan a la sostenibilidad en el uso de los recursos.

Las personas siempre serán el recurso más crítico de una empresa, donde cabe recordar que, aunque asignemos a la propia fábrica o a cualquiera de sus nuevos equipos (robots, aplicaciones, dispositivos, etc.) el atributo de “inteligentes”, este calificativo solo es atribuible a las personas. Las fábricas del futuro habrán evolucionado con todas las tecnologías innovadoras y con ellas los puestos de trabajo, perfiles profesionales y modelos organizativos de las personas involucradas.

Por otro lado, la sostenibilidad también será un aspecto importante de la responsabilidad de la empresa con la sociedad y el medio ambiente. Nos referimos a la sostenibilidad entendida como el uso eficaz de los recursos, tanto materiales como energéticos, permitiendo reducir la huella industrial y bajar la emisión de carbono. Cada vez la concienciación con estos temas es mayor tanto por parte de la población como por parte de las administraciones públicas. Esta preocupación ya está fomentando iniciativas que forman parte de las estrategias a largo plazo. Entre estas son destacables las incluidas en la estrategia Europa 2020 relativas al uso eficiente de los recursos, buscando conseguir un crecimiento sostenible, inteligente e integrador, contando con el respaldo del Parlamento y el Consejo Europeos.

Entre las grandes iniciativas en este ámbito de responsabilidad social podemos destacar las relacionadas con la utilización creciente de energías limpias y, también, las vinculadas a iniciativas de economía circular.

Cualquier planta industrial forma parte del contexto de una industria o sector más complejo donde toda la cadena completa se alarga desde la obtención de las primeras materias primas y energía hasta el tratamiento de los residuos tras el uso por los consumidores. Aunque una fábrica sea una parte estrecha de la larga cadena, la fábrica del futuro debe contemplar iniciativas que permitan minimizar su impacto medioambiental, si bien muchas de estas estarán sujetas a modelos colaborativos con otros actores de la cadena.

En este sentido, en los últimos años viene consolidándose el concepto de economía circular, añadiendo los aspectos económicos a las preocupaciones de índole medioambiental y sostenibilidad. El objetivo de la economía circular es que el valor de los recursos, materiales y productos se mantenga en la economía durante el mayor tiempo posible, reduciendo así la explotación de nuevos recursos y la generación de residuos. Se trata de fomentar un nuevo modelo de economía circular, no lineal, que cierre el ciclo de vida de los productos, los residuos, los materiales, el agua y la energía.

Los principios sobre los que se apoya la economía circular son muy amplios. Desde aspectos de diseño de los productos que tengan en cuenta el final de su vida útil hasta métodos para fomentar la reutilización de los residuos.

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Economía circular para minimizar la huella industrial de las fábricas.

Si nos centramos en una planta de fabricación identificamos algunos principios e ideas predominantes que pueden ser de aplicación y desarrollo de iniciativas:

o   Ecología industria y territorial: establecimiento de un modo de organización industrial en un mismo territorio que fomente una gestión optimizada de los stocks y los flujos de materiales, energía y servicios.

o   Reutilización: reutilizar ciertos residuos o partes de estos que todavía pueden funcionar para la elaboración de nuevos productos.

o   Reciclaje: aprovechar los materiales que se encuentran en los residuos.

o   Valorización: aprovechar energéticamente los residuos que no se pueden reciclar.

Cada vez son más las iniciativas y proyectos que las empresas de diferentes sectores abordan sobre economía circular, consiguiendo en algunos casos alcanzar la categoría de “vertedero cero” a través del reciclaje, reutilización y transformación en energía de los residuos.

La gestión energética merece una mención especial en todo el capítulo de sostenibilidad y economía circular. Algunos sectores ya están sensibilizados en lo relativo a fomentar la utilización de energías limpias en los productos que desarrollan, como el caso de automoción con el vehículo eléctrico. En este sector, algunas iniciativas van incluso más allá de contemplar el uso de la energía limpia para el coche en sí y conciben modelos integrados con el hogar y el entorno.

Pero, aparte de los productos en sí, no debemos olvidar los recursos energéticos que la propia industria requiere para la fabricación de estos. Entre las iniciativas alrededor de un uso responsable de la energía estarían tanto las relacionadas con la eficiencia como las que fomenten la utilización de energías renovables. A pesar de la incertidumbre normativa en España hay empresas que sí apuestan por soluciones propias para la utilización de un mix de energías renovables instalando placas fotovoltaicas en sus superficies. El concepto que subyace es el de la generación distribuida transformando la energía solar en electricidad en el mismo lugar donde se consume. De esta manera, además de los objetivos de minimizar el impacto medioambiental y la huella industrial, se puede rentabilizar otro activo que las fábricas acostumbran a tener en abundancia: los metros cuadrados de insolación. 

En resumen, cualquier empresa que cuente entre sus activos con fábricas de producción puede lanzar varias iniciativas que fomenten la economía circular y ayuden a reducir la huella industrial, aportando su granito de arena para que el impacto de esta sea menor que la capacidad ecológica de la Tierra para regenerar los recursos consumidos.

Jordi Asensio

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