¿Has oído hablar de MaaS? La movilidad como servicio es una realidad cada vez más evidente.

 Así como los jóvenes profesionales de la generación de millennials muestran tasas más bajas de propiedad de vivienda comparados con sus padres, esta misma tendencia se extiende cada vez más a la propiedad de automóviles.

Condiciones económicas más restrictivas y salarios estancados están lejos de ser las únicas causas de esta situación. Gracias a avances como las aplicaciones de vehículos de transporte con conductor (VTC) y a los alquileres de coches por hora, hoy en día es más fácil movilizarse a través de muchísimas áreas urbanas y suburbanas sin ser dueño de un automóvil.

¿Qué se avecina para el sector de la automoción si los millennials no pueden (o no desean) comprar un coche?

Aunque los nuevos desarrollos en vehículos eléctricos y autónomos atraen la mayoría de la atención de los medios de comunicación, es también importante enfatizar la evolución simultánea hacia la movilidad como servicio (Mobility-as-a-Service, o MaaS), un término para modelos de negocio que ofrecen soluciones de transporte personalizadas, a diferencia de la venta de vehículos. Según un informe de Accenture, los negocios de MaaS a nivel mundial podrían alcanzar los 1,2 billones de euros en ingresos y 220 mil millones de euros en ganancias para 2030, incluso superando las ganancias de fabricar y vender vehículos conforme las grandes empresas de tecnología (Google, Uber y Amazon, entre otras) fortalecen su presencia en este campo.

A través de MaaS, el arrendamiento o leasing de automóviles absorberá muchas de las características de una suscripción. Los usuarios pagarían una tarifa mensual para conducir un “automóvil primario”, con múltiples planes que incluyan no solo los seguros y el mantenimiento, sino otros aspectos útiles y funcionales como la opción de cambiar de vehículo temporalmente según necesidades específicas (por ejemplo, una mudanza con objetos pesados o un viaje de fin de semana), además de descuentos en aparcamiento y peajes.

Tales planes personalizados para conductores también funcionarían en conjunto con formas de servicio multimodales para pasajeros y peatones. Por ejemplo, rutas que comienzan con un viaje en automóvil desde un suburbio y se completan con transporte público en una ciudad (incluyendo bicicletas compartidas y patinetes eléctricos de alquiler) se podrían cubrir en un solo pago dentro de un sistema unificado, en lugar de tener que pagar a diferentes proveedores en cada etapa del viaje.

A su vez, la adopción de estos sistemas también daría lugar a una reducción sustancial del tiempo de trasladoscon ahorros estimados en más de 500 millones de horas a nivel mundial para 2023, o 90 horas menos en los viajes anuales de un usuario individual.

Mientras los trayectos de conductores y pasajeros se convierten en dinámicas ampliamente interconectadas, la coordinación entre los fabricantes de vehículos, los proveedores privados de servicios de movilidad y las autoridades públicas de transporte en áreas metropolitanas será uno de los desafíos de política pública más ambiciosos en las próximas décadas. Si la regulación para automóviles autónomos ya involucra un alto grado de complejidad, es un hecho que la creación de ecosistemas de transporte público-privados, competitivos y adaptables a cada mercado local, no será una tarea sencilla en absoluto.

Al mismo tiempo, dichos esfuerzos definirán el valor y la viabilidad de MaaS para millones de usuarios. Grandes ciudades europeas ya están prohibiendo los automóviles en sus zonas centrales para reducir la congestión vehicular y mejorar la calidad del aire, temas cada vez más importantes para sus habitantes. Por lo tanto, las autoridades metropolitanas de transporte deben aprovechar la coyuntura de grandes iniciativas de sostenibilidad para facilitar el MaaS como una novedosa forma de integración entre los automóviles y el transporte público.

La conectividad y la colaboración público-privada en los servicios de movilidad no solo desempeñarán un papel importante en la reducción de los atascos, la contaminación y la inconveniencia en los traslados: mejoras en la productividad personal y la calidad de vida urbana se perfilan como beneficios igual de prometedores. Si bien el equilibrio entre las necesidades personales e impactos sociales debe estar en el centro de la discusión, la abundancia de opciones para la movilidad bajo un esquema general de incentivos coordinados será más posible que nunca. 

Andrés Vedova y David Ortega

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