Las empresas industriales han invertido tiempo y esfuerzo en optimizar sus operaciones, pero los procesos de desarrollo de producto a menudo se muestran más lentos e ineficaces. Nunca son una prioridad, hasta que lo son.
En este momento conviven modelos de negocio emergentes, con gran potencial de crecimiento y ciclos de vida previsiblemente cortos, con modelos de negocio clásicos y maduros que muestran crecimientos sostenidos pero que, aparentemente, son considerablemente estables en el tiempo. Los segundos no nacieron ayer, es evidente, sino que son el fruto de un trabajo multigeneracional que los ha hecho despegar, crecer y aguantar todo lo que nos ha caído. Su punto débil, sin duda, es su velocidad de reacción.
Podríamos decir que ahora el mundo gira más rápido. La velocidad ha cambiado a todos los niveles, y las compañías más tradicionales están teniendo dificultades para adaptarse. Bien es cierto que hay áreas que llevan la delantera, como todo lo que tiene que ver con logística y distribución, que ha ganado gran velocidad, o hasta la propia producción de nuestras fábricas, que se está acostumbrando a trabajar con tiradas cortas y lead times mucho más ajustados. Pero, ¿qué ocurre con las áreas de desarrollo de producto?
Las compañías industriales están acostumbradas a pensar casi por temporadas. A reflexionar sobre qué lanzarán el año que viene. Desarrollan productos con plazos que comúnmente superan el año y muy rara vez pueden hacer que bajen de los 6 meses. ¿Tiene eso sentido en un mundo tan rápido?
Durante la pandemia, algunas compañías (muy pocas) lanzaron al mercado productos adaptados a las nuevas necesidades. Otras, llegaron tarde y apenas pudieron disfrutar de las migajas. Geles hidroalcohólicos, mascarillas y todo tipo de utensilios y productos de limpieza y sanitarios fueron importados de otros países mientras nuestras empresas veían cómo el dinero salía de nuestro país. ¿Qué hemos aprendido de eso? Que debemos aprender a cambiar muy rápido.
Los procesos de desarrollo de producto son especialmente complicados de agilizar porque implican a múltiples áreas de las compañías. Comercial, I+D, Marketing, Técnico, Operaciones… deben repartirse una serie de atribuciones concretas y deben coordinarse a la perfección para que los plazos no se dilaten. Vamos, justo lo contrario que en el día a día, ¿verdad?
Bueno, la buena noticia es que si cogemos un poco de organizaciones horizontales, otro poco de gestión por proyectos, una pizca de metodologías ágiles y una buena herramienta de gestión, podemos llevar adelante estos desarrollos con mucha celeridad. Sobre ello he tenido oportunidad de trabajar en diferentes proyectos y el resultado siempre es enormemente satisfactorio: equipos más cohesionados, mejor ambiente, reducción de costes de desarrollo y, sobre todo, un ajuste en los plazos de desarrollo enorme.
Es la típica asignatura pendiente que hemos dejado aparcada mientras optimizábamos nuestros procesos logísticos y de producción. Es el típico punto de dolor aparentemente menor que dejamos de lado porque ahora mismo lo que necesitamos es vender más. Es el típico asunto que ronda en la cabeza de todas las áreas de la compañía, pero para el que nunca sacamos tiempo. Hasta que decidimos ponernos serios, ponemos en marcha un proyecto de transformación en el área de desarrollo de producto y nos preparamos para ser más ágiles que nuestros competidores.