Hace ahora dos años, reventé. Ni me podía imaginar que eso me sucediese. ¡A nadie le sucede!
2016 fue un año intenso: Improva creciendo por días, Synapcor un proyecto que en ese momento tomaba forma, IESE-INEO seguía con su programa y además, por circunstancias varias, acabé como presidente de Mensa España. PODÍA CON TODO y con mi familia (3 hijos). Me sentía fuerte, iba a tope.
Pero, de repente, una gota colma el vaso que yo pensaba sin límite. Fallece mi cuñado en Las Galápagos con mi hermana y su hijo de seis años como testigos. Asumo coordinar la operación desde Guayaquil y a mis responsabilidades como padre de familia añado hermana y sobrino rotos. En unos días dejo de poder dormir; ya no hay silencios, siempre esos pitidos en los oídos; las pesadillas se convierten en desagradables compañeros en las cortas horas de sueño y, durante el día, el más leve crujido me sobresalta. Mi cuerpo, en alerta al 200% sobre reacciona a todo. Lo que antes era una carga llevadera se convierte en insoportable. El mes de agosto, que todos esperamos como el oasis que te permite recuperar fuerzas para superar el desierto de todos los años, no existe. A mi familia con tres hijos, sumo 3 personas más sobre las que ahora me siento responsable (incluyo a mi otro sobrino con su madre con esclerosis múltiple).
Tras el verano empiezan las labores de recuperación, no hay alternativa. Regulo mi carga de trabajo, ejercicio y medicación. Hoy ya no quedan síntomas, he aprendido a identificarlos y combatirlos rápidamente.
En los peores momentos te sientes un fracasado, el pensamiento positivo no abunda. Quizás no esté preparado para ser un ejecutivo ni padre ni nada. ¡A nadie le pasa esto!
Pero no es cierto, me acostumbro a hablar abiertamente de lo sucedido y descubro a multitud de directivos que han pasado por ello en soledad. Porque nadie lo cuenta. En Linkedin hay un exceso de supermanes y una notable falta de seres humanos, que es lo que parece que soy. Si hablásemos un poco más de nuestras miserias tendríamos contenidos de más calidad en Linkedin, que acompañarían a los que en un momento nos hemos sentido demasiado solos.
Llevo meses feliz y a tope, pero ahora sé que mañana eso podría cambiar. Mañana podría cambiar para mí o para cualquiera. Tenemos que entender que detrás de esas grandes responsabilidades (familiares o laborales) siempre hay personas. Por un lado podemos tratarles como personas, que siempre se agradece. Por otro lado, podemos aprovechar cada momento para disfrutar, descansar y sentirnos un poco más humanos.
Ahora nos toca precisamente eso, tomarnos unos días para nosotros mismos, para recordarnos que tenemos que cuidarnos un poco, que no somos invencibles. Disfrutemos de las personas que tenemos a nuestro alrededor, carguémonos de su energía y su afecto y volvamos en unas semanas con ganas para afrontar más retos.
¡Disfrutad de ser humanos, que es lo mejor que tenemos!