Teletrabajo es una de las palabras más repetidas en los últimos meses en el ámbito empresarial, pero lo cierto es que el trabajo presencial seguirá jugando un papel fundamental para las organizaciones y es la gestión de ambas modalidades uno de los factores que determinará el nivel de optimización de los equipos.

Antes de que llegara el coronavirus, el pensamiento convencional respecto a la oficina ya había empezado a cambiar. Además de la revolución digital y el aumento del teletrabajo, los costes relacionados al espacio de oficina iban al alza en muchas ciudades. A su vez, esto había potenciado los espacios de oficina con diseños más abiertos, así como la competitividad del coworking.

Luego, en marzo de este año, millones de profesionales topamos con la experiencia forzada de trabajar desde casa. Y ahora que muchísimas empresas están gestionando el regreso a sus oficinas en un contexto de precaución e incertidumbre, el principal augurio en los titulares es que “el teletrabajo ha llegado para quedarse.”

Aunque esta afirmación sea correcta, también nos obliga a un replanteamiento del trabajo presencial al mediano y largo plazo.

Así como los trabajos se traducen en tareas, las organizaciones se basan en relaciones e interacciones continuas que requieren de muchísima confianza y cooperación. Por tanto, no podemos dejar de lado los beneficios organizacionales del “efecto de proximidad”: la tendencia a desarrollar relaciones más profundas con aquellos que vemos con más frecuencia.

Los seres humanos somos animales sociales, por lo que, aunque ahorramos tiempo y recursos en no tener que desplazarnos obligatoriamente a un sitio de trabajo como antes, también ansiamos cierto grado de proximidad física como parte de nuestras relaciones laborales.

No olvidemos que la aceleración del trabajo remoto ha ocurrido casi de golpe por las circunstancias actuales y no necesariamente refleja una planificación o implementación óptima del mismo. Para personas con espacio limitado en sus domicilios o con niños en edad escolar, este ambiente de trabajo ad hoc puede ser agotador, debido al ruido u otras distracciones.

Si estamos regresando a las oficinas, es también porque nos hemos dado cuenta que muchas actividades colaborativas no se pueden realizar desde casa. Esto conlleva un tremendo potencial para que las organizaciones modernas lleguen a utilizar un mix de espacios descentralizados y colaborativos, donde la productividad vaya de la mano de la flexibilidad.

Cada organización tendrá criterios distintos a considerar para la gestión de sus espacios. Por ejemplo, si las actividades de una empresa requieren más colaboración presencial que trabajo individual, ¿debería dedicarse el 75 por ciento de su oficina a salas de reunión para pequeños grupos?

Si el espacio de oficina es necesario solo para aquellos que lo utilizan con frecuencia, ¿son los espacios de trabajo cerca de donde viven los demás empleados una mejor solución? En este momento de adaptación al distanciamiento social, es probable que más organizaciones busquen acuerdos con oficinas coworking u otros espacios flexibles, con el propósito de tener más opciones para reunir a sus trabajadores de forma segura y conveniente.

Las oficinas son más que un lugar para llegar a hacer tareas: son puntos de encuentro. La innovación, la confianza y la creación de redes profesionales dependen en gran parte de las interacciones presenciales, por lo que la oficina física tendrá que evolucionar, renovando su propósito como un auténtico espacio de trabajo colaborativo.

Andrés Vedova

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