Cada mes tenemos noticia de la previsible construcción de una nueva fábrica de baterías. Todos apostando a la misma carta sin pensar en las consecuencias.
Hoy las noticies se hacen eco de un nuevo proyecto de gigafactoría, esta vez en Turín, Italia; suma y sigue.
Este verano pasado estuve haciendo cálculos sobre la capacidad proyectada de fabricación de baterías de litio. La capacidad instalada prevista ya excedía durante los próximos 10 años las previsiones de consumo más optimistas en cuanto a crecimiento de la demanda de vehículos eléctricos. Desde entonces no han parado de aparecer nuevos proyectos de gigafactoria, que ya superan la veintena. Algunos de ellos son de gran magnitud, como el de TESLA, el de IDEC, o el mismo impulsado por Italvolt.
Es una fiebre que no para de subir, un suflé que amenaza con salirse del molde y del horno. En España, la comunidad que no puja por tener su fábrica de baterías es que está despistada o es que no les cabe. Aragón, Valencia, Castilla León, Cataluña, Andalucía, País Vasco, Extremadura... Si fuera por los proyectos autonómicos, en España se crearían no menos de 10 fábricas.
Creo que nadie está haciendo los números bien. Todos miramos al pasado para ver que falta capacidad productiva pero no miramos a los lados para ver todo lo que se está invirtiendo y está previsto invertir para producir celdas de ion litio.
¿Qué puede pasar?
Que todas las fábricas se pongan en marcha y que en los próximos años haya un excedente de oferta de tal magnitud que todos los planes de expansión de todos los proyectos de gigafactoría de Europa se ralenticen. La consecuencia será que los empleos prometidos no llegarán nunca a aparecer.
Que el ritmo al que crezca la capacidad disponible de baterías sea tal que los planes de inversión no lleguen a ralentizarse y en pocos años nos encontremos con un excedente de oferta de celdas eléctricas. Si juntamos la evolución tecnológica con un exceso de oferta, el precio al que se pagarán las baterías caerá en picado y los negocios mantendrán la carga de trabajo con las rentabilidades estarán por los suelos. Muchas fábricas acabaran cerrando o despidiendo trabajadores.
Los grandes players internacionales como LG, Panasonic,... tienen diversificada su demanda y han pactado con todos los fabricantes que han podido. Eso quiere decir que la demanda de sus plantes les llegará de unos u otros. Sin embargo, algunos de los nuevos proyectos de inversión nacen al amparo de una única fábrica. Eso supone un problema. En los próximos años, cientos de vehículos diferentes van a salir al mercado, lo que generará unos niveles nunca vistos de volatilidad de la demanda en las fábricas. Una fábrica de celdas vinculada en exceso a una planta o un mercado tendrá problemas, ya que le va a ser muy difícil adaptar su capacidad a esas fluctuaciones, sobre todo teniendo en cuenta las fuertes inversiones en capital realizadas.
A nivel mundial se están realizando enormes esfuerzos en la investigación de nuevas tecnologías para substituir las de ion litio. A la incertidumbre de la demanda se les une la incertidumbre en la evolución tecnológica del producto y los riesgos que comporta en cuanto a:
Obsolescencia acelerada de las inversiones realizadas.
Incertidumbre en la demanda derivada del impacto de la nueva tecnología. Nuestros clientes principales, si no son muchos, pueden quedar fuera de juego de la noche a la mañana.
Es decir, apostar por las fábricas de baterías tiene un enorme riesgo. Jugarnos el empleo de nuestros trabajadores a esa baza es jugar con el sustento de miles de familias. Si analizamos las cinco fuerzas de Porter para esta industria, nos daremos cuenta de lo duro que va a ser; me temo que nadie lo está haciendo:
Productos sustitutivos: nuevas tecnologías y el hidrógeno.
Fuerza de proveedores: el mercado del litio, el cobalto y otros minerales y su impacto en los costes ante la previsible escasez.
La fuerza de los clientes: el mercado patas arriba con nuevos players que hacen ruido y los poderosos de toda la vida.
Nuevos entrantes: uno al mes más o menos. Las fábricas de baterías están saliendo como setas.
Nos estamos dejando llevar por lo que está pasando en Europa en vez de estar trazando nuestro propio rumbo, con proyectos singulares y de futuro pero que atiendan a las necesidades de nuestra industria.
Quizás sea un poco agorero, pero este entusiasmo por el litio tiene un inconfundible olor a tulipanes...