La cultura financiera de la “escalabilidad” inmediata empuja a las startups a generar productos tecnológicos paquetizados, poco personalizados y enormemente simplificados que puedan llegar a generar “pelotazos”. Por el camino, sacrificamos lo que sea.
En los últimos días se han puesto en contacto conmigo dos empresas: a una de ellas les planteé una propuesta de colaboración hace tres años, a la otra les hice una demo de Synapcor hace unos meses. Ambas se lo han repensado después de haber estado dando vueltas y ahora se plantean Synapcor como la única opción que realmente puede servir a sus intereses.
Ante las dificultades para la gestión que estamos experimentando, Synapcor, en colaboración con Improva, pone a disposición de todas las organizaciones su módulo de reuniones eficientes de manera totalmente gratuita. Logra reuniones ágiles, con acuerdos claros, acciones asignadas y los seguimientos posteriores necesarios. Nuestra manera de aportar nuestro granito de arena.
Curiosamente, desde que las tecnologías se desarrollan hasta que se implantan pueden pasar años. A veces necesitamos que sean las circunstancias las que nos empujen a dar ese paso. Un ejemplo claro lo tenemos en las videoconferencias con aplicación masiva y transversal. Sabemos que los costes de la actividad comercial y de gestión son elevados al tener que incurrir en reuniones presenciales una y otra vez, pero hemos necesitado que la circunstancia nos empuje para aceptar masivamente el cambio a las reuniones con telepresencia. Es curioso, ¿no os parece?
Hace 21 años trabajaba de consultor y me calló el marrón de arreglar la planificación de una fábrica de cable de acero (para pesca, tendidos eléctricos, atracciones, telesillas, puentes colgantes, etc). Era lo que técnicamente se llama un marronazo. El criterio para asignarme al proyecto fue algo así como “hemos vendido la burra, ninguno tiene ni idea de cómo arreglar esto, pongamos a este chaval que es listo y parece que siempre se sale con la suya”.
Más del 80% de las personas empiezan su jornada abriendo la bandeja de entrada del correo electrónico. A partir de allí, empieza nuestro caos diario. Se desata la locura.
En los últimos 4 años he ido tomando conciencia, poco a poco, de cuan pernicioso es este hábito. Señor lector, antes de que piense que esto está escrito por alguien que le tira a todo de manera interesada, le confesaré que a corto plazo este hábito es inevitable en la inmensa mayoría de las organizaciones.
El correo electrónico nos hace ser reactivos. En función de lo que nos encontremos, reaccionaremos. Nos convertimos en sujetos PASIVOS de los problemas de otros o de sus necesidades más o menos explícitas.
Cuando hablamos de blockchain nos referimos a una tecnología que funciona a través de nodos independientes que validan las operaciones protegiendo la información con criptografía avanzada y sistemas de consenso. El resultado de aplicar blockchain a diferentes procesos es la descentralización de los sistemas y, por lo tanto, poder prescindir de intermediarios de poder, como las propias redes sociales. Así se dota de transparencia y neutralidad a muchas de las formas en las que nos relacionamos hoy y en el futuro.