Hace tres semanas todo era energía, optimismo y apoyo. Colgábamos carteles en nuestra escalera ofreciéndonos a ayudar a nuestros vecinos de alto riesgo, organizábamos agendas con los niños para que fuera divertido, participábamos en las reuniones laborales con ganas, hacíamos planes con amigos a través de Zoom y salíamos al balcón a animar a sanitarios y, en el fondo, a toda nuestra sociedad.
Hoy, en cambio, todo es mala leche, pesimismo y quejas. Colgamos carteles en nuestra escalera amenazando al guarro de nuestro vecino, intentamos que los niños nos dejen en paz, llegamos a las reuniones laborales con ganas de matar, pasamos de quedar con nadie por Zoom y salimos al balcón o bien para amenazar a todo el que pase por la calle sin saber sus razones o bien para reivindicar una resistencia contra un gobierno al que tildamos, sin cortes ni tapujos, de asesinos. ¿Qué ha pasado?
Resiliencia, sí, pero con compañeros de viaje más y mejor (y digo esto porque este post lo he elaborado aprovechando las ideas del equipo de Improva, al que pertenezco).
Sin medias tintas, estamos en modo supervivencia. Todos, personas y organizaciones. Nadie imaginábamos este escenario, aunque ahora a todos nos sale el “Capitan A Posteriori” que llevamos dentro. No tocan reproches, toca remar. Mirar hacia atrás es perder el tiempo, avanzar es necesario.
Siguiendo la actuación del Ministerio de Sanidad, debemos construir un plan de acción diseñado para reducir y espaciar los impactos negativos, dejándolos por debajo de nuestro límite de gestión (pasando del escenario A al escenario B). Debemos, para ello, conocer el límite de gestión. ¿Con qué personal puede seguir funcionando la organización? Debemos definirlo para funcionar el mayor tiempo posible con el menor riesgo posible para todo el equipo.
Para prevenir contagios dentro de las instalaciones debemos dividir a nuestro equipo entre “personal que puede teletrabajar” y “personal que no puede teletrabajar” y establecer una serie de acciones específica para cada grupo. Para prevenir contagios fuera de nuestras instalaciones debemos poner en marcha acciones de información y concienciación. Por último, debemos establecer protocolos de acción para actuar ante un posible contagio.
El otro día, una persona del equipo que acompañaba a un comercial de una compañía para evaluarel funcionamiento del nuevo CRM sobre el terreno, observaba estupefacto como a la voz de “estoy de bajón” empezaba a liarse un porro. Al cabo de unos minutos el comercial era otro, nuevamente “motivado”, había puesto la directa. Pero no le sirvió de nada, el nuevo CRM era dinamita pura a la eficiencia de los equipos comerciales, diseñado a cientos de kilómetros por unos técnicos que jamás se habían tenido que patear la calle, adolecía de todos los fallos que alguien que desconoce la realidad puede cometer. Seguramente al equipo de ingenieros e informáticos que lo habían concebido les gustaría que la realidad se adaptase a lo que ellos pensaban que debía ser un mundo perfecto, pero la realidad no está llena de aristas sino de curvas y recovecos, y cualquier intento de imaginarla sin conocerla fracasa.