El pensamiento lateral funciona como un complemento creativo e innovador al pensamiento vertical. Un análisis lógico posterior nos ayudará a determinar si las ideas obtenidas son realmente buenas, pero debemos estar abiertos al cambio.
A menudo se utiliza la expresión “es muy creativo” para referirse a alguien que lanza ideas que no se nos habían ocurrido a nosotros. Nos podemos referir a ideas, comentarios, chanzas u ocurrencias que no son inmediatas. A veces incluso pensamos que esa persona es muy inteligente, pero lo cierto es que esto tiene más que ver con la forma de pensar que con la potencia bruta de pensamiento (por así decirlo).
Existe un desarrollo lógico de pensamiento estructurado y ordenado que, aplicando normas básicas que aprendemos a lo largo de nuestro paso por el sistema educativo, nos lleva desde un problema a una solución. Este pensamiento lógico aplica continuamente lo que llamamos esquemas, pautas y marcas de pensamiento que ya conocemos y utilizamos. Por ejemplo, si quisiésemos construir una mesa, nuestro pensamiento lógico nos llevaría a buscar una superficie plana y, después, una serie de elementos de apoyo que hagan las funciones de patas. A eso, amigos, le llamamos pensamiento vertical. Es el pensamiento más probable. Es el pensamiento más compartido.
Por otro lado, podríamos decir que existe un pensamiento poco probable, improvisado, que no se apoya en esos esquemas y que genera ideas totalmente alternativas. Siguiendo este pensamiento divergente, a la hora de construir una mesa perfectamente podríamos optar por anclar esa superficie lisa a una pared o a un techo en lugar de apoyarla sobre el suelo. A esto le llamamos pensamiento lateral.
Si imaginásemos el pensamiento como una gran llanura de tierra, cada ejercicio deductivo o de comprensión que hacemos a lo largo de nuestra vida (especialmente en nuestra infancia y adolescencia) sería como si un pequeño riachuelo de agua se fuese formando en ese terreno. El agua iría pasando una y otra vez por los mismos surcos y los haría cada vez más profundos. Llegado cierto momento, lanzásemos el agua que lanzásemos a nuestra llanura, podríamos predecir su curso. Siempre sería el mismo. Sin esfuerzo, natural, del punto A al punto B, una y otra vez. Como mucho, podríamos ir desplazando progresivamente el punto B para llegar, quizá, un poco más lejos. Pero, como ya os habréis imaginado, en nuestra llanura quedarían numerosos metros cuadrados por los que jamás pasaría el agua. En esta metáfora, el pensamiento lateral implicaría dinamitar un lado de nuestro río y lanzar el agua hacia una zona seca a la que antes no habíamos llegado.
Pero no nos engañemos, el pensamiento vertical está tan arraigado en nosotros porque ese maravilloso fenómeno que es la selección natural ha premiado una y otra vez el ejercicio de la lógica. Los individuos de diferentes especies que han sido capaces de aplicar lo aprendido y llegar un poco más lejos han visto incrementadas sus posibilidades de sobrevivir y, por lo tanto, de reproducirse. Ahora bien, grandes hitos accidentales fruto de prácticas no tan lógicas han supuesto grandes avances innegables. Así que, ¿pensamiento lateral o vertical?
El pensamiento lateral implicaría dinamitar un lado de nuestro río.
En el mundo organizativo no es raro encontrar departamentos de I+D. Se dice entre los expertos en creatividad que un departamento de I+D es la excusa perfecta para que nadie más tenga que pensar. Dediquémonos a lo que sabemos hacer, que ya si eso alguien pensará en aquella sala de allí.
Lo cierto es que el pensamiento lateral requiere un esfuerzo adicional cuando no se está acostumbrado, pero se puede practicar. De alguna manera se puede propiciar y, como en casi cualquier pericia, practicarlo lo hará cada vez más fácil. Si os parece interesante el tema, en próximos artículos abordaremos técnicas y trucos para potenciar ese pensamiento lateral.
Pero, pero, pero… no nos dejemos seducir por la magia de las ideas. El pensamiento lateral solo tiene sentido si se aplica para generar ideas más sencillas, más solidas y/o más efectivas. Aplicar el mero azar o la ocurrencia absurda y tintarla de creatividad puede llegar a funcionar para según qué prácticas artísticas, pero de nada sirve en cualquier otro entorno de nuestras vidas. Y, desde luego, nada bueno puede traer a nuestro entorno laboral.
Así que debemos de ser conscientes de que en el mundo laboral luchamos contra una resistencia clara de nuestra mente hacia la innovación, fruto de años de costumbre y formación. Además, luchamos contra una resistencia totalmente lógica de cualquier área financiera a invertir recursos en desarrollos, metodologías o cambios que ofrezcan pocas garantías de retorno. Pero a veces las grandes ideas no nacen perfectas, sino que aparecen como piezas amorfas de arcilla que desprenden un cierto encanto. Será el propio proceso de implantarlas y someterlas a tensión lo que hará que podamos pulir y terminar de dar forma a esa idea. Si esperamos a la idea perfecta, esperaremos para siempre.