Nuestra evolución como sociedad no nos prepara en conjunto para hacer frente a un posible “punto único de fallo”. De esta situación debemos saber reformular nuestro modelo para prevenir próximos bloqueos en cadena.
Buscando abaratar la compra de caucho, Henry Ford pensó que sería una buena idea crear Fordlandia en Brasil y crear plantaciones de caucho. El caucho venía del este asiático y en aquellos tiempos eso era demasiado lejos. A Ford, un señor para el que la eficiencia era fundamental, le debía desesperar ver a los trabajadores andando por la selva en la búsqueda de los árboles de caucho que se encontraban dispersos y eran de difícil y costosa explotación.
La intuitiva y casi evidente idea de juntar los dispersos árboles entre sí para facilitar su explotación es lo que trajo la desgracia. Que los árboles estuviesen desconectados era los que les protegía los unos de los otros. Un parásito podía contagiar un árbol pero no todos. Cuando en Brasil se conectaron en una gran plantación, los parásitos pasaban de un árbol a otro con rapidez llevando al traste todos los esfuerzos por mantener la plantación en funcionamiento rentablemente. Finalmente el sueño de Fordlandia sucumbió.
Lo que le pasó a Ford es algo muy conocido en el diseño de sistemas complejos, el “punto único de fallo”, y se debe evitar. Por ejemplo, las redes de distribución eléctrica presentan redundancia, caminos alternativos por los que la corriente eléctrica puede llegar a un punto. Con ello se evita que una avería en un ramal de la red pueda dejar sin suministro a grandes áreas. Los aviones se diseñan con redundancias de sistemas de forma que un fallo en un sistema no provoque consecuencias en los dos motores a la vez y el avión caiga
Como en la plantación de Ford, hoy toda la economía está conectada, un continuo flujo de personas, dinero, materiales e información nos conecta a todos. Nadie es ajeno a lo que pasa en España, por supuesto, pero tampoco a lo que pasa en Europa, China y todo el mundo.
Dependiendo de la estrategia de compras que hayas puesto en marcha, tu negocio tendrá más o menos riesgo a sucumbir frente al impacto que en toda tu cadena de suministro pueda provocar una crisis. El coronavirus supone un “punto único de fallo”. La posibilidad de tener proveedores alternativos en diferentes áreas podría salvarte, pero si has apostado por concentrar proveedores pensando solo en abaratar y en la rentabilidad máxima a corto plazo, vas a tener importantes problemas de suministro en los próximos meses. Lo mismo ocurre con tus mercados objetivos. Quienes venden también en China, se están encontrando con que, mientras los pedidos en Europa se paran por completo, en China empiezan a despertar de nuevo.
La humanidad en su conjunto es un enorme sistema interconectado que evoluciona. Las personas tomamos decisiones día a día, concebimos negocios, creamos relaciones, se legisla, etc. El conjunto funciona como un sistema complejo, solo que, a diferencia del diseño de un avión, no hay una mente que dirija la forma en que ese conjunto de personas, interconectados y desarrollando diversidad de actividades, evoluciona. Nadie ha diseñado lo que hemos creado para asegurar que no exista una forma de que el conjunto falle y se vaya todo al carajo de la noche a la mañana. El que esto sea así es por dos razones:
Vivimos en un mundo en el que dominan las libertades individuales, dentro de un marco legal que marca unos mínimos que garantizan la convivencia social.
El conjunto del sistema es demasiado complejo para ser gestionado con garantías.
Y en esa evolución hemos llegado a un sistema en el que todo está tan conectado que un coronavirus o similar se lo puede cargar. A la vuelta de esta desconexión del mundo, o quizás ya mismo, habrá que ponerse a diseñar nuevas estrategias, nuevas cadenas de suministro, nuevas tecnologías, concebiremos nuevas formas de trabajar en las que las personas, las organizaciones, el conjunto de las personas, nos pareceremos más a los árboles de caucho dispersos en el bosque.