Numerosas voces aseguran que la crisis actual será un hito en nuestra forma de relacionarnos con el planeta, de respetarlo y de cuidarlo. Otras no lo ven tan claro.

Muchos ya conoceréis el síndrome de la rana hervida. Éste asume que, si pones una rana en agua hirviendo, ésta saltará y se salvará. Pero si la pones en agua tibia y la calientas lentamente hasta el punto de ebullición, no percibirá el peligro y acabará muriendo.

La reflexión se atribuye al escritor y filósofo franco-suizo Olivier Clerc, de su libro "La rana que no sabía que estaba hervida... y otras lecciones de vida". Esta analogía se ha utilizado en numerosas situaciones tanto personales (autoayuda) como empresariales. Una de las más destacadas es la del exvicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, en el documental “Una verdad incómoda” del año 2006. En éste, Al Gore hace referencia a esta hipótesis comparándolo con la situación del “calentamiento global de la tierra”, explicando como la humanidad se adapta a una situación que de forma progresiva genera un malestar mayor, ignorando que las consecuencias a largo plazo son devastadoras y, cuando se toma conciencia del problema, el daño generado es irreversible. ¡Un documental del 2006!

Sin embargo, cada año que pasa, el efecto de ese calentamiento va en aumento. Y cada año que pasa agotamos antes el presupuesto ecológico de la tierra (en 2019 fue el 29 de julio, una semana antes que en 2018).

El año pasado, un informe de la ONU pronosticaba para 2050 el inicio del fin de la humanidad, si no se arreglan los problemas sociales y ambientales: destrucción de biodiversidad, contaminación del aire, fenómenos climatológicos adversos, escasez de agua y recursos naturales, etc. El informe concluía con la necesidad de soluciones, como el acuerdo de París contra el cambio climático. A pesar de su coste, advertía que solo el gasto sanitario para hacer frente a las enfermedades que causa la contaminación del planeta es más del doble que el coste de cumplir el acuerdo. No actuar nos va a dejar en la “olla hasta el punto de ebullición”.

En una entrevista reciente, Fernando Valladares, biólogo del CSIC, alertaba: “La degradación ambiental nos va dejando las cosas más difíciles para hacer algo. Y la solución era esa, la vacuna era esa. Estar compinchados con la naturaleza para hacer cosas grandes”.

¿Ha cambiado algo el COVID? Todo el mundo afirma que sí, a corto. Y también afirman que ha venido para quedarse. La clave no son los efectos inmediatos que ha provocado, como la caída significativa de la contaminación (que en ningún caso compensan el coste en vidas humanas y sufrimiento de los directamente afectados). La clave está en las lecciones que esta pandemia nos aporte y lo que hagamos después. Este año seguramente será el primero que no agotemos el presupuesto ecológico más tempranamente que el anterior. Pero ¿y los siguientes?; ¿se consolidarán las reflexiones que están surgiendo de cambiar de modelo económico? Y esto va mucho más allá de la digitalización de la que hablan la mayoría. Esto va de sostenibilidad, transición energética, economía circular, consumo responsable, y un largo etc. En definitiva, va de creernos realmente los Objetivos de Desarrollo Sostenible y “compincharnos con la naturaleza”. Va de trabajar desde ya en otro modelo. Y en esto, todo el mundo puede poner de su parte. Nosotros estamos comprometidos con ello. Y vosotros. ¿Qué opináis? ¿Será el COVID un jarrón de agua hirviendo que salve a la tierra?

Jordi Asensio

Comment