He trabajado en los últimos años en diversos proyectos de cambio organizativo orientados a implicar a los trabajadores, reducir la necesidad de mandos intermedios y sustituir sus funciones por áreas de apoyo a equipos de trabajo autónomos. Con el tiempo vas tomando conciencia de hasta qué punto la dirección de las grandes empresas modernas es ineficiente:
- Cargadas de directivos que aportan poco valor, agotados y metiendo más horas que un reloj y empeñadas en que…
- Los trabajadores aportan mucho menos de lo que pueden aportar, que es mucho más de lo que se piensan los top.
Nos encontramos ante una encrucijada en nuestra organización y debemos tomar una decisión. La tomamos, como no podía ser de otra manera, y vemos qué ocurre. Aparentemente los resultados son buenos y extraemos, como tampoco podía ser de otra forma, que la decisión ha sido acertada. ¿Hasta aquí todos de acuerdo? Pues no.
Por mucho que se intente disfrazar, por mucho team building en el que se haya tirado el dinero en los últimos años, por mucha puesta en marcha de creativas organizaciones matriciales o definiciones y más definiciones, casi obsesivas, de procesos al más mínimo detalle, las organizaciones siguen teniendo problemas de comunicación interna que les dificultan acometer de manera eficiente todo tipo de actividades que requieren que las áreas funcionales colaboren entre sí. Estas actividades en las que resulta muy difícil ser eficiente se dividen en dos categorías.
Recuerdo la primera vez que hice un proyecto de consultoría, se trataba de un análisis en una acería: hornos de fundición, colada continua y laminación eran los tres procesos que encadenados acababan produciendo unas enormes bobinas de alambrón (alambre a lo burro). Yo estaba aterrorizado, prácticamente era la primera vez que pisaba una fábrica y al cabo de 3 semanas tenía que estar dándole recomendaciones al director general sobre cómo organizar todo aquello.
No tengo recuerdos especialmente felices de mis tiempos en el colegio, ni de los profesores, ni de las clases ni de los compañeros. Cuando me remonto a mi periodo académico, mis recuerdos son más bien negativos. A los que me conocen les chocará cuando lean esto, ellos me ven como una persona sociable, alegre, positiva y a la que es muy difícil sacar de su situación de equilibrio. No creo que nadie me considere un amargado a pesar de lo que voy a contar.