Hace tres semanas todo era energía, optimismo y apoyo. Colgábamos carteles en nuestra escalera ofreciéndonos a ayudar a nuestros vecinos de alto riesgo, organizábamos agendas con los niños para que fuera divertido, participábamos en las reuniones laborales con ganas, hacíamos planes con amigos a través de Zoom y salíamos al balcón a animar a sanitarios y, en el fondo, a toda nuestra sociedad.
Hoy, en cambio, todo es mala leche, pesimismo y quejas. Colgamos carteles en nuestra escalera amenazando al guarro de nuestro vecino, intentamos que los niños nos dejen en paz, llegamos a las reuniones laborales con ganas de matar, pasamos de quedar con nadie por Zoom y salimos al balcón o bien para amenazar a todo el que pase por la calle sin saber sus razones o bien para reivindicar una resistencia contra un gobierno al que tildamos, sin cortes ni tapujos, de asesinos. ¿Qué ha pasado?
Resiliencia, sí, pero con compañeros de viaje más y mejor (y digo esto porque este post lo he elaborado aprovechando las ideas del equipo de Improva, al que pertenezco).
Sin medias tintas, estamos en modo supervivencia. Todos, personas y organizaciones. Nadie imaginábamos este escenario, aunque ahora a todos nos sale el “Capitan A Posteriori” que llevamos dentro. No tocan reproches, toca remar. Mirar hacia atrás es perder el tiempo, avanzar es necesario.
Hace un rato leía en redes sociales a un numeroso colectivo poniendo a parir a una política. El argumento básico es: “Esta mujer no ha trabajado nunca”. Es un argumento frecuente, se utiliza como un “ad hominem“ genérico para atacar a cualquier político que no es de nuestra cuerda. No pretende defenderla a ella ni a su ideología, no porque no la comparta, sino porque no tengo necesidad de entrar en ello, pues esto sería de aplicación a cualquiera que haya hecho carrera política en partidos de cualquier signo. Lo que si pretendo atacar es un par de premisas básicas que circulan por las redes de la mano de supuestos adalides de la intelectualidad:
Mis pasadas vacaciones estuve en Argentina, octavo país del mundo en extensión y uno de los más ricos en recursos naturales, materias primas, gas, petróleo y con una agricultura envidiable. Tienen montañas de personas formadas en excelentes universidades; se puede hablar de arte, historia o política con cualquiera y en cualquier sitio. Son 41 millones de personas y una espectacular variedad de ríos, climas y geografía. Vamos, todo un lujo de país. Y sin embargo, no pueden ni extraer suficiente petróleo por falta de inversiones debido a la nula confianza en su seguridad jurídica de las grandes petroleras que en otras circunstancias y países se pelearían por hacerlo.
El otro día, una persona del equipo que acompañaba a un comercial de una compañía para evaluarel funcionamiento del nuevo CRM sobre el terreno, observaba estupefacto como a la voz de “estoy de bajón” empezaba a liarse un porro. Al cabo de unos minutos el comercial era otro, nuevamente “motivado”, había puesto la directa. Pero no le sirvió de nada, el nuevo CRM era dinamita pura a la eficiencia de los equipos comerciales, diseñado a cientos de kilómetros por unos técnicos que jamás se habían tenido que patear la calle, adolecía de todos los fallos que alguien que desconoce la realidad puede cometer. Seguramente al equipo de ingenieros e informáticos que lo habían concebido les gustaría que la realidad se adaptase a lo que ellos pensaban que debía ser un mundo perfecto, pero la realidad no está llena de aristas sino de curvas y recovecos, y cualquier intento de imaginarla sin conocerla fracasa.