Todas las empresas se enfrentan, con mayor o menor frecuencia a “crisis” imprevistas. Situaciones no deseadas que sobrevienen en el día a día de actividad empresarial. Y, lógicamente, salen adelante o desaparecen en el intento.
Las empresas pueden ser mas o menos eficaces en la gestión de estas crisis. Ponen en el “asador” sus mejores y más versátiles recursos con objeto de minimizar los efectos. Están las excelentes, que no por serlo dejan de dar patinazos, y están las mas humildes que hacen lo que pueden para sacar la cabeza del agua y respirar.
Muchos ya conoceréis el síndrome de la rana hervida. Éste asume que, si pones una rana en agua hirviendo, ésta saltará y se salvará. Pero si la pones en agua tibia y la calientas lentamente hasta el punto de ebullición, no percibirá el peligro y acabará muriendo.
La reflexión se atribuye al escritor y filósofo franco-suizo Olivier Clerc, de su libro "La rana que no sabía que estaba hervida... y otras lecciones de vida". Esta analogía se ha utilizado en numerosas situaciones tanto personales (autoayuda) como empresariales.
Hace tres semanas todo era energía, optimismo y apoyo. Colgábamos carteles en nuestra escalera ofreciéndonos a ayudar a nuestros vecinos de alto riesgo, organizábamos agendas con los niños para que fuera divertido, participábamos en las reuniones laborales con ganas, hacíamos planes con amigos a través de Zoom y salíamos al balcón a animar a sanitarios y, en el fondo, a toda nuestra sociedad.
Hoy, en cambio, todo es mala leche, pesimismo y quejas. Colgamos carteles en nuestra escalera amenazando al guarro de nuestro vecino, intentamos que los niños nos dejen en paz, llegamos a las reuniones laborales con ganas de matar, pasamos de quedar con nadie por Zoom y salimos al balcón o bien para amenazar a todo el que pase por la calle sin saber sus razones o bien para reivindicar una resistencia contra un gobierno al que tildamos, sin cortes ni tapujos, de asesinos. ¿Qué ha pasado?
Resiliencia, sí, pero con compañeros de viaje más y mejor (y digo esto porque este post lo he elaborado aprovechando las ideas del equipo de Improva, al que pertenezco).
Sin medias tintas, estamos en modo supervivencia. Todos, personas y organizaciones. Nadie imaginábamos este escenario, aunque ahora a todos nos sale el “Capitan A Posteriori” que llevamos dentro. No tocan reproches, toca remar. Mirar hacia atrás es perder el tiempo, avanzar es necesario.
Ante la situación actual de la presencia o posibilidad del COVID-19 en nuestra vida laboral, recomendamos a nuestros colaboradores, siempre que se pueda, el teletrabajo. Para aquellas personas que no lo han hecho nunca puede resultar muy atractivo o, por el contrario, puede resultar aterrador. En realidad es, simplemente, un nuevo reto.
¿Cómo tenemos que teletrabajar? A continuación, os cuento una serie de buenas prácticas para que esta opción de trabajo sea productiva.